jueves, 31 de marzo de 2011

La información como "Arma de Dominación"

Desde el punto de vista netamente comunicacional, a través de la historia de la comunicación han existido tres corrientes principales acerca del dominio ideológico -lo que los marxistas denominan plusvalía ideológica y lo que el capitalismo ha dado en llamar el imperio de la información- dando como resultado que según las corrientes político-ideológica dominantes en un momento determinado del acontecer de la humanidad se llegue a afirmar que:

Quien maneje, conozca y oculte la información es quien tiene dominio y control sobre el acontecer nacional e internacional, siempre basado en la superioridad de la industria cultural dominante en un momento específico de la irrupción y superioridad del hombre-ideológico en un período de espacio geográfico específico.

La segunda corriente es la que apunta a que quien tiene el dominio y el control es aquel que no sólo sabe y maneja la información sino que también sabe compartirla. Y la tercera, impuesta más por los avances tecnológicos que por la necesidad de ocultar o compartir la información, es la que señala que quien tiene el control y el dominio de la información es aquel que sabe escoger, seleccionar, filtrar la información esencial, importante, vital de la abrumadora avalancha de información a la que nos enfrentamos diariamente, gracias democratización y expansión de las tecnologías de la información en los actuales momentos.

Es así como tenemos que los romanos sostuvieron por largo tiempo su imperio precisamente no sólo por ser grandes constructores de vías, sino por la utilización que hicieron de tales vías para comunicarse, no sólo en el sentido restringido de ir de un lado a otro sino en su más amplio concepto de utilizarlas, la vías, para llevar la mejor y más pronta información a los confines de su dominio.

Las Cruzadas en la Europa medieval y las grandes flotas navales de los imperios de España, Gran Bretaña, Portugal y Francia hicieron lo propio desde la Metrópoli hasta la periferia en los cinco continentes hasta donde se extendía sus dominios y se imponía, en algunos casos, la ideología del Rey o el Emperador junto con la cruz y de paso sirvió para contener en Occidente la ola musulmana que se alzó desde Medio Oriente y alcanzó hasta el Lejano Oriente y buena parte de África. El dominio y repartición del mundo.

La Alemania Nazi, con Joseph Goebbels, jefe de Propaganda de Hitler, no sólo instauró el lema que afirma que “una mentira repetida cien veces se convierte en verdad”, es quizás uno de los ejemplos más cercanos y certeros en la sin ningún tipo de rodeos se puede afirmar que el dominio de la información resulta vital para la imposición de un determinado dominio ideológico en una sociedad en particular.

Es así que llegamos a nuestros días, con la irrupción de los Estados Unidos como potencia emergente y dominante, luego de la Segunda Guerra Mundial y los Acuerdos de Yalta, en el que los vencedores en la última gran conflagración (la Unión Soviética, Estados Unidos y Gran Bretaña representados por Stalin, Roosevelt y Churchill) se repartieron el mundo y delimitando sus zonas de influencia.

Los Mass Medias y la gran industrial cultural estadounidense fue la mesa en la que se apoyó Washington, con todos sus poderes y aliados, para construir su imperio no sólo económico sino determinantemente ideológico en lo que se dio a conocer como el mundo Occidental. Lo propio hizo la extinta Unión Soviética en buena parte de Eurasia, Medio Oriente y África.

Es medular entonces entender que todos los procesos ideológicos –de izquierda o de derecha- cuentan con un arma eficaz de sometimiento como lo es el control y el dominio de la información para la imposición de un modelo determinado. La diferencia está en que hoy día cada ciudadano puede deshojar la margarita a su manera y apoderarse del pétalo con que más comulga y desea, la revolución de la información y su acertada selección así no los permite. La tercera y última corriente del manejo de la información es la que se impone, por más esfuerzo que hagan los gestores propagandísticos gubernamental por imponer su “verdad"
  Por: Nayaly Quero,  Nayleth Zamora, Paula Viñoles

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